Yo gracias a Dios puedo decir que no tengo muchos traumas de la niñez, pasé mi infancia sintiéndome amada, sin abundancia, pero con lo suficiente, feliz al lado de mis padres, mis hermanos y familiares.
Mis hermanos y yo pasábamos esperando que llegara diciembre para hacer miles de cosas, jugar sobre todo, sin temores, jugar en la calle, jugar con los amigos, el olor a ropa nueva, a juguetes nuevos, pero más que nada el tener muchas fechas especiales para compartir con la familia. Siempre me llega el recuerdo de mi mamá saliendo a comprar el 24 de diciembre a las 9:00 de la noche, para completarnos los juguetes, no entendía por qué mi mamá salía a esa hora, cuando crecí me explicó que a esa hora los vendedores le bajaban el precio a los juguetes y ella hacía rendir la plata que mi papá le daba.
También recuerdo que cuando supe que no era el mismo Jesús el que bajaba del cielo en la noche a ponerme los regalos en mi cama, me volví experta curioseando cuanto escondite tenían mi papá y mi mamá para guardar los regalos de la vista de sus hijos para que siguieran siendo una sorpresa. Pero la felicidad mayor era despertar muy temprano el veinticinco de diciembre y sin abrir los ojos, sentir ese sonido del papel, del plástico, de lo que fuera en que estaban envueltos los juguetes, y los tanteaba con los pies, o con las manos y no quería abrir mis ojos imaginándolos, una sensación maravillosa!!

Mi papá acostumbraba tirarse en el piso con nosotros a jugar, pero también le ayudaba el piso frío al guayabo de los traguitos del día anterior, él hacía de caballo, de perro, de lo que nosotros quisiéramos, también podía ser Bruce Lee con mis hermanos y luchaba dejándose ganar, hacía unos ruidos de lo más divertidos cuando luchaba, como si le dolieran mucho los golpes de mis hermanos, o de pronto era que realmente le dolían.
Para nosotros en diciembre todos los días eran de fiesta, todos los días se podía acostar uno tarde, todos los días había cumpleaños, grados, y demás celebraciones, por eso añorábamos que llegara.
Fuimos creciendo y empezamos a incorporar a las novias, novios, luego esposos y esposas de todas los primos y las nuestras, y comenzamos a compartir momentos con las familias de nuestros cónyuges y esos encuentros familiares empezaron a cambiar, ya no estábamos todos. Luego llegaron nuestros hijos y nos tocó a nosotros tratar de crear esa misma atmósfera que nuestros padres hicieron, para hacer de diciembre un mes especial.
Mis navidades siempre son alegres, extraño a muchas personas, pero eso no me aleja de disfrutar la plenitud de lo que vivo ahora, he entendido que cada momento trae sus bendiciones, disfruté mucho el pasado con mi familia paterna, y ahora lo disfruto con la familia que mi esposo y yo formamos. Quiero que mi hijo construya sus recuerdos memorables de este y todos los meses del año, que pueda contar y recordar cosas como yo lo hago.
Este es un buen tiempo para dar gracias por las cosas que hemos vivido, pero sobre todo para saber que cada tiempo Dios lo hizo hermoso y a veces no alcanzamos a entenderlo del todo.